Clarisa taller Postcul

Clarisa

Trabaja en el barrio desde hace diez años.

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Equipo Postcul: ¿Cuánto tiempo llevas tú en Barna?

Clarisa: Desde el 2000 en el Raval. Desde el 2000, son 10 años... madre mía! Más, se van a cumplir 11, porqué llegué al principio del 2000 y estamos a finales del 2010.

EP: ¿Siempre has trabajado en el Raval?

C: Siempre. De hecho, cuando llegué, estaba en una situación migratoria un tanto, un tanto irregular (risas), y entonces no podía conseguir trabajos con contrato, y el primer... Hubo dos cosas. Por una parte, me interesó trabajar en temas relacionados con prostitución, y por otra, como no podía tener trabajos formales, no me podían contratar, el primer trabajo que tuve consistía en un estudio que se estaba haciendo, que hacía una ONG, consistía en pasearse en horarios, bueno a mi me tocaba el nocturno -supongo porqué no era muy así- por distintos puntos del Raval, y hacer rondas de observación. Con lo cual, además, mi primera entrada al Raval fue de día en calle Robadors, trabajando con las mujeres, y por la noche haciendo estas rondas que eran en diferentes lugares. Me tocaba el sur de la rambla, digamos la punta de debajo de rambla, la zona de Santa Mónica, calle Guardia y todo eso. Me tocaba, aquí calle Sant Pau, Sant Ramón, Marqués de Barbera- San Ramón, entre esas dos esquinas y me tocaba una zona de Joaquin Costa, arriba de Ronda San Antonio. Entonces, además, me dedicaba a hacer una vuelta, un giro por diferentes lugares durante la noche, cada tres horas más o menos había h echo una ronda, hacia nuevamente dos por noche, así que era curioso.

EP: ¿Hoy has visto algo nuevo en el Raval? Que todo los días hay algo nuevo en el Raval, ¿algo que antes no había?

C: Sí. En el Raval, efectivamente, tengo la sensación durante estos diez años que muchas cosas que se dan en el Raval probablemente no se dan en otros sitios, para bien y para mal. Es decir, para bien porque hay una fuerza creativa de la realidad ¿no? Hay como una sensación de autentica autenticidad, valga la redundancia. Es decir, que hay personas que se permiten realmente ser ellas mismas en este espacio, hay como un menos, menos otras miradas a veces, pero también esas menos otras miradas, que ha ido cambiando ¿no? Con el tiempo de la Barcelona bien pensante, ha generado que se den situaciones en el Raval probablemente de abuso, de poder, de violencia institucional, de persecución, que tampoco, probablemente por un cierto “estatus quo”, podrían darse en otros barrios, o en otras zonas de la ciudad. Es decir, que es para bien y para mal.

Igual durante los últimos 10 años ha ido cambiando, y probablemente esa mirada externa esté cada vez más presente, en cierta medida, buscando una cierta normalización ¿no? de ciertas situaciones, o por lo menos esa es la impresión que yo tengo. Ese proceso se había iniciado antes, cuando yo llegue al Raval la gente me contaba cosas del Raval que tenían que ver con muchos estereotipos. Sobre todo recuerdo, claro, una acaba de llegar ¿no? y de repente se inscribe en diferentes espacios de compartir, sociales, o lo que sea, y había gente que me decía, “pero si yo no voy nunca a ese barrio porqué me da miedo”. Claro, como yo me pasaba 6 horas de noche dando vueltas por aquí... ¡Y hablaban del Raval de una manera! Bueno, hablaban del barrio Chino... Como de algo muy lejano, peligroso, otro, diferente, un territorio fuera de las fronteras de lo que eran sus vidas, ¿no? Y eso me llamaba mucho la atención, porqué claro, yo, era mi llegada, pero para mí era mi cotidiano, diurno y nocturno, y además me había logrado enternecer muy rápido con la vida del Raval, con todas las dificultades, pero también con una cierta alegría que tienen normalmente los barrios auténticos, donde hay una vida. Digamos que, bueno, supongo que también me tocó, ¿no? Yo llegué en marzo, o sea que me tocaron los meses, los primeros meses de sol, entonces también era toda la vida en la calle. Tengo el recuerdo de algo que se vivía con una cierta alegría.

EP: Yo me acuerdo de la primera vez que llegue al Raval, llegaba de Londres, era en Septiembre. En Londres, en septiembre llueve todos los días, y llegue aquí y estaba en un patio de una casa, justo aquí al lado, donde ahora está la filmoteca, y estábamos en un patio con unos amigos hablando y charlando y tal, y me impresionaba. Había un cielo azul, y luego había todos estos... todos los balcones que daban hacia un patio interior, y escuchabas músicas, peleas, gente que se despertaba de la borrachera, gente que estaba saliendo a trabajar, y había una vida de miles de vidas que se hablaban por las ventanas, que era algo como que en una ciudad... que justamente sacaba de la visión de las historias del Raval que se viven por la calle, lo que pasa en los patios, y era un momento que era un secreto, era una cosa que no se veía.

C: Yo, ahora, recordando un poco, mis primeras sensaciones... Claro, no tienen que ver con viviendas, tienen que ver con la calle, porque me he pasado muchas horas en la calle. Había mucha diferencia entre día y noche, el espacio... Yo creo que tenía que ver también con el momento del año, yo llegue el 1 de Marzo, y creo que al cabo de 15 días ya estaba metida en esto. Y entonces, de día había este sol, esta sensación de final de invierno, pero con el azul y de alegría, y tengo la imagen muy clara de la calle y sobre todo de Robadors, era como el lugar en donde, efectivamente, la música saliendo de alguno de los bares, las mujeres en las calles, todo el mundo se saludaba, se bailaba, y había una cosa como un... ¿no? Y, por supuesto, situaciones muy difíciles también, con las cuales yo también empezaba a encontrarme, a encontrarme desde los afectos, quiero decir, desde lo que me podían implicar a nivel personal. Y, efectivamente, la noche, que tenía esta cosa del silencio, de los silencios partidos... ¿no? Pero bastante más fría también. Tengo la impresión, igual recuerdo que dentro de este territorio que yo hacía, dentro de esta vueltita que me tocaba hacer, el lugar que más temía realmente, curiosamente, era la zona de la Rambla. No me gustaba nada, me parecía que la Rambla, incluso en aquel momento, se ha hablado ahora también de los cambios, pero yo diría que era un lugar peligroso en otro sentido, en el sentido de desangelado, demasiado paso de…, como siempre, ya en ese entonces, había mucho turista borracho, o que tenía que ver ya con aquello que no era del barrio. De repente llegabas a la zona de San Ramón, Marqués de Barberá, toda esa zona, y claro que se daban situaciones complicadas, pero, de repente era como, bueno... ¿no? Era un cierto tejido conocido, de relaciones, en eso la Rambla era un poco, no sé… tierra de nadie. No lo sé, era como, para mí, las fronteras del Chino siempre han estado ahí.

EP: Tú hablas de la Rambla, ¿de qué año es?

C: No de la rambla del Raval, de la rambla Rambla. No, estoy hablando de Rambla Santa Mónica, abajo.

EP: Sigue siendo un lugar bastante inhóspito ¿no?

C: Sigue siendo un lugar inhóspito, pero ya lo era hace 10 años. Y se hablaba de una rambla diferente que había sido y todo esto, pero yo creo que empezaba el cambio. Es verdad que todavía te podías sentar a tomar algo, quiero decir que durante el día todavía podías permitirte sentarte en un café y pedirte un cortado y que, vamos, aquello tenía un precio probablemente mayor que en otro lado, pero todavía más o menos respetable. O te podías encontrar con personas de Barcelona, también que es verdad, que ahora ya ni eso. Pero sí que es verdad, también, que ya en ese momento había un pasar diferente... Una cosa de que eso ya no formaba parte del resto de la ciudad, era una como una especie de autopista, desde el mar hasta plaza Cataluña, como núcleo de la ciudad inhóspita. Efectivamente desangelado, en la noche, desangelado no en el sentido de que no había nadie, solitario, sino desde el desconocimiento absoluto, del desposeimiento del lugar, de parte de todas esas personas que pasaban por ahí. En cambio, la diferencia cuando entrabas en el Chino, no te voy a decir que no se veían situaciones complicadas a las 4 de la mañana, por supuesto que sí, pero había una sensación que todo aquello formaba parte de un panorama común, compartido. Y eso es también en tu zona, por eso también me parece interesante, en tu barrio, es como las caras que encuentras, de alguna manera son caras que ya te hablan, ya tienen rasgos que has visto, personas que has visto, quizás algo a valorar...

De hecho, yo todavía, y cada día, me suelo cruzar cuando vengo o voy, con prácticamente, las mismas personas. Es curioso, cuando a veces uno comparte horarios ¿no? con tal horario o hago tal cosa, y me cruzo con más personas, es divertido. Y no nos saludamos, pero es como: “hola”, si, es como esa cosa cómplice, de: “sabemos que estás ahí” “y vos sabés que yo estoy aquí”, y nos cruzamos cada día desde hace 5 años, te debes enterar cuando vuelves de vacaciones, o de estas cosas, o cuando una llega tarde, o cuando va una apurada, o cuando compraste el pan. Yo creo que sí, que hay muchas caras conocidas. Eso sigue pasando. Y eso es algo a tener en cuenta, pese a que se habla de un Chino en donde hay una migración constante y por lo tanto un recambio constante de población, tanto de personas que llegan, como de personas que se van por las condiciones por las cuales nos lo ponen, ya sea por mobbing, por especulación, por persecución policial, por esta voluntad de hacer cambios en el barrio hacia esa Barcelona bien pensante y bien mirada y bien vista. Hay una cuestión de que tenés esa sensación de que muy pronto esas caras se integran y muy pronto hay como una especie de reconocimiento común, es decir que, alguien que ves cuatro veces, pues ya si, ¿no? Va muy rápido en ese sentido, aquellas que cambian dentro del barrio son incorporadas muy rápidamente: “¡Ah, sos del barrio!” y ya está ¿no?

EP: Y la rambla del raval, ¿de que año es?

C: Pues por ahí, ya se había hecho. Debe tener, ¿como 12 años?

EP: Es del 99-2000. Si, cuando vi la película esta, grabando la construcción de la rambla del Raval.

C: Sí, cuando yo llegue, de hecho, se estaba hablando de todo lo que estaba implicando la construcción de la rambla del Raval. Había ya muchas voces, ya te encontrabas con mucha gente que te contaba qué había significado, que te hablaban de personas que se habían ido, porqué las habían realojado.

EP: ¿Y qué decía la gente? ya, o sea ¿veían que eso iba a continuar? o ¿pensaban que era algo puntual? Es decir que toda la remodelación del barrio.

C: Tal vez, yo misma en ese momento tampoco era muy consciente, como para situarlo en este proceso. También era mi llegada, por lo tanto yo era la que no veía el proceso o no preguntaba por el proceso. Yo creo que probablemente me lo transmitían, pero que yo no lo registraba conscientemente, es decir, cuando me contaban: “que claro, porque aquí la rambla, y esas personas, y tal y tal otra” y me explicaban que se habían tenido que ir y que ahora estaban viviendo a veces en Cornellà. A veces recuerdo como, incluso a partir de ahí decir: “¿en dónde queda eso?”. Claro, yo me estaba situando dentro de lo que era también la ciudad, y al mismo tiempo se decían ya cosas, que tenían que ver con probablemente algo mayor, es decir un proceso diferente de lo que estaba sucediendo, o entenderlo en si como un proceso. Pasa que yo no lo registraba desde ese lugar, yo lo registraba como hechos puntuales en este conocimiento como mucho más, a piezas de rompecabezas que yo iba armando, del barrio y de Barcelona, entonces no tengo yo la conciencia ni de haber hecho esa pregunta, ni de haberlo entendido así. Lo que no significa que probablemente, con todos los recuerdos que yo pueda tener ahora, no lo situé. Vamos, me lo estaban diciendo clarísimo. Hoy en día pregunto si no me lo dicen con todas las palabras, no era capaz en ese momento yo de vivirlo así o de analizarlo desde ese lugar.

Porqué también tiene que ver con que me contasen, en ese momento, cuando las mujeres de Robadors empezaban a hablar de que iban a hacer el hotel de 5 estrellas, y que ya habían dicho que había un hotel que de 5 estrellas, que venía aquí en Robadors y que papapán... Y además lo situaban, claro, en la calle en donde yo me pasaba horas, y era como la sensación de “¡oooo!!!”. Era mucho más de: “¿cómo van a poner aquí un hotel de 5 estrellas?”. Aquello de: “no puede ser”. Un descreimiento absoluto de que eran cosas que se decían; pero aquello no tenia para mi ni en ese momento mucho margen, no lo relacionaba con la rambla del Raval, no lo relacionaba con que se decía que también... porqué en un momento dado se empezó a hablar de la filmoteca, no necesariamente como filmoteca pero se decía que iba a venir algo, que no sé que, todo esto se fue armando. Luego incluso vino el Institut Cátala de les Dones, que antes no estaba aquí, entonces era como poco a poco todo esto iba tomando forma y yo fui entendiendo que se trataba de un proceso, pero en aquel momento eran hechos puntuales, es decir, eran situaciones que incluso para mi no necesariamente tenían mucha credibilidad.

Yo fui entendiendo con el tiempo que este barrio tiene mucha credibilidad en lo que dicen, mucha. Que hay que escuchar muy atentamente lo que se dijo, que se puede hacer una escucha profunda de lo que dice, que dentro de las fantasías y de la de creativa de la realidad de repente hay un conocimiento sobre aquello que puede ser, con una lucidez que es increíble. Si entendemos cómo se ha ido construyendo, como quienes, es decir, quienes han vivido, quienes viven y quienes vivirán.

Que exista esta línea de lucidez sobre cosas que van pasando en el barrio, que probablemente ni siquiera sean confirmados desde los poderes públicos, en aquel momento, vamos, desde si oficialmente, que un hotel de 5 estrellas, es que esto es una... ¡vamos! ¿no? Bueno, en la rambla del Raval había un descampado y yo simplemente decía, es más, que va, ahí, cosa que el robo en realidad no fue ahí, lo del hotel. Es más, yo miraba el descampado y decía: “¿cómo van ha poner un hotel de 5 estrellas (risas) aquí?” Yo creo que es muy interesante ver la cantidad de veces que han acertado. Ahora, de dónde se informan esto es... (risas) empezar a preguntar cómo se hizo la circular ¿no?, estas suposiciones.

Y la gente. O sea, lo toman como durante muchos años, que se dijo que ahí justamente se iba a hacer un hotel de 5 estrellas, y donde está la filmoteca, ahí iba a haber algún parque. Y me parece interesante saber el punto de vista de la gente. Yo creía… La gente hablaba de un hotel de 5 estrellas, la gente no hablaba del parque, lo que pasa, es que, ahora visualizando... ¿no? Yo tengo como la imagen, nada más.

Robadors, una caso muy particular, que de unos de los lados, a ver, digamos, si estamos mirando hacia el mar, seria del lado derecho, había un descampado, que justo hace esquina con Sant Rafael. Y ahí hay un terreno enorme, enorme, que tenía primero una pared de estas de ladrillos, grises, grandes y apartir de ahí eran éstas... alambres hacia arriba, muy alto. Que, de hecho los chicos se cruzaban y trepaban por ahí, e iban de un lado hacia el otro, cosa que además daba una luz muy particular. Porque claro, era una calle sumamente angosta. De repente, esa zona tenía como... le daba el sol. Por eso, además, tengo esta imagen tan clara, de casi principio de verano, pese a ser marzo, apenas llegué. Y claro, yo pensaba que iba a ser ahí. Si seguías un poco más abajo, de repente, volvían a haber bloques de viviendas de los dos lados. Y ahí entrarías en lo que era la plaza Salvador Seguí. Que era una plaza que, además, era muy divertida, porque había un mercadillo donde se podía vender y podías encontrar prácticamente de todo lo que se te pudiese ocurrir. Si no había lo pedías, y venia al cabo de nada… no sé: “¿tiene vasos de tal éste?”, “pues no, mañana te traigo”. Es decir, un lugar donde se podían conseguir las cosas más insólitas, la mayoría productos usados. Muchas veces se usaba dinero, muchas veces se usaba el trueque. Intercambiaban, y claro, el tema era que, cuando te hablaban del hotel, yo tengo la sensación de que miraba el descampado que se corresponde... sería donde hoy están los pisos. No daba a la rambla, ese primer bloque descampado, a la Rambla del Raval quiero decir. Con lo cual, era más un hotel metido en medio de Robadors, vamos, en mi cabeza pensaba: “¡Vamos! ¿qué va haber un hotel aquí?”.

Claro, poco a poco te vas enterando también del tema moobing, de la cantidad de personas que realmente están echando, de las situaciones del barrio, y del deterioro al cual, iban llevando las viviendas para realmente... la gente no puede vivir allí, para hacer con ello especulación. Es decir, todo esto iba surgiendo, y entonces empezabas a entender el proceso que estaba sucediendo. Pero para mí, también, todo esto fueron unos meses. Lo que no quita que, durante esos meses, escuché cantidad de cosas, porque rápidamente formé parte del barrio. Con lo cual me transmitían como los secretos del lugar. Y dentro de estos secretos iban una serie de cambios, o de nuevas construcciones, o incluso de historias anteriores. Es decir, de aquello que era la misma memoria del barrio. Fue un momento, yo creo, bueno. Fue una llegada como suelen ser las llegadas.

EP: Se dice que en la azotea del hotel hay prismáticos para mirar lo que pasa en la calle, porque hay esa historia verdadera, esa modernidad que llega. Pues, en realidad, tiene un punto voyeurista ¿no? Y el barrio del Raval siempre ha sido este juego entre lo que tendría que ser y la posibilidad de verlo, y lo que en realidad es.

C: Por eso te decía que yo, además, no tengo la imagen de vivirlo de un balcón. Creo que tardé mucho tiempo en entrar en una vivienda. No en entrar, en mirar hacia fuera desde algún lugar, realmente a la calle, los espacios compartidos. Podía entrar en una vivienda, pero normalmente era el salón de la señora, ¿no?. Es decir, aquello de mirar el barrio como desde afuera tardé mucho tiempo. Yo entré y ya me sentí muy rápidamente parte, cosa que era positiva.

Lo que pasa que, lo que evidentemente no podía hacer era ningún tipo de análisis otro. Es decir, yo mientras estaba allí, ya está. Pero sobre todo me acuerdo, además, bueno, es que el recuerdo probablemente más fuerte que tengo tiene que ver con calle Robadors, y de hecho hay una calle que ahora no existe más, que es el parque infantil, digamos en todo eso. Pues ahí había una calle, y ahí había bares, y entonces tenias... En esa esquina, de hecho, había un bar de toda la vida, y enfrente había varios otros, digamos históricamente, lugares de contacto entre mujeres que ejercían la prostitución y clientes, ¿no? Pero internos, pues entonces tenían los cristales biselados, y así... Vamos, que todo el mundo sabía de qué se trataba, pero que podías entrar perfectamente, era un bar de barra. Lo que pasa es que, bueno, se usaba un poco así, de manera discreta, y había varios bares de este estilo en calle Robadors, y en la esquina, enfrente... como decía, a la plaza Salvador Seguí. Todo esto en una cosa diurna, soleada, con mucha vida de calle, donde se escuchaba música, donde, quiero decir, tengo la sensación de... un lugar absolutamente cálido, difícil pero cálido.

EP: Se habla también que fuese un lugar más tranquilo, donde salías y había un control de la gente, donde miraban y cuidaban el lugar entre todos, el trabajo por ejemplo de las chicas, ¿tú crees que iba en ese sentido?

C: El trabajo de las mujeres era absolutamente diferente. Pero es que, eso, que eran condiciones difíciles. Quiero decir, la prostitución ha tenido siempre condiciones muy difíciles, y probablemente, además, venían ya de una buena década de ciertas presiones institucionales y por supuesto de un histórico mucho mayor dentro de lo que ha sido la persecución hacia las personas que ejercen la prostitución. Porque no es de la prostitución en sí, repercute en las personas que están ejerciendo, las mujeres. Pero, efectivamente, hay una tranquilidad de ánimos, tiene que ver ya no... Te puedo explicar, además de las condiciones concretas de las cuales podemos hablar, quiero decir, absolutamente objetivas, había una cuestión de cierta tranquilidad en el hablar. Quiero decir, había un cierto equilibrio en su carácter, en su momento, en la gran mayoría de casos.

Ahora, hay una sensación ansiosa de miedo, de angustia constante, constante. Yo, ahora, mi sensación de la misma calle es casi... de mujeres asustadas mirando hacia atrás. Es decir, un desamparo absoluto. Pero de un desamparo ante cualquier tipo de violencia. En ese momento no se sentía ese desamparo, digamos, el tejido social, incluso de las mujeres que acababan de llegar, entre comillas, o que eran inmigrantes, era como el mío. Es decir, con una inclusión rápida en lo que era el barrio y la vida del barrio y la vida de la calle. Es decir, nadie te pedía, como a veces hablan de inclusión-exclusión social. Es que eso sí que era inclusión social rápida. Vamos, no tenían que ver, probablemente, con parámetros de pobreza, que evidentemente pueden ser preocupantes, o con niveles de vida o con condiciones de trabajo, y en el caso de las mujeres, que también eran preocupantes. Quiero decir, que siempre podemos reivindicar más derechos, pero sobre todo, había una cuestión de formar parte; de ser muy rápidamente... y en ese sentido no había desamparo, desamparo comunitario. Ahora, la sensación es de mucha soledad, hay mucho miedo, da mucho miedo ahora.

EP: Eso me parece interesante también, por que justamente hay un momento, hay una manera de implementar formas de seguridad, de garantizarte a ti misma a través de una red, de una forma social que utiliza el discurso que viene desde arriba. A las políticas... ¿no? que son una, y entonces no sé si un poco…

C: Yo no recuerdo, yo de verdad que no tengo un recuerdo de una presencia policial constante, constante como ahora. Y, sin embargo, tengo la sensación de que incluso yo misma me sentía en una sensación de mayor seguridad ¿no? De una seguridad entendida como el estar cómoda en el espacio, no de una seguridad de que no me iban a robar el bolso, que probablemente también, pero que la sensación de seguridad en el espacio, de un transcurrir más tranquilo, de un estar de otra manera, esa la puedo asegurar. Y yo no tengo en este momento recuerdos, porque me hubiese chocado, me hubiese llamado la atención tanta policía, yo creo que ahora hay más.

Lo que probablemente me puede preocupar, haciendo este ejercicio de memoria, es la enorme normalización de la violencia que se ha hecho desde este barrio. Es decir, como quienes estamos aquí, cotidianamente, ya sea porque trabajamos, porque vivimos, porque lo que sea, ¿no? Porque hacemos uso de los espacios, tenemos totalmente normalizada una cierta violencia, ya sea institucional, ya sea comunitaria, en este sentido de este desgarro de los tejidos sociales. Pero ahora, haciendo memoria, es eso, yo creo que me hubiese llamado, vamos, tremendamente la atención una presencia policial constante o tan fuerte como la que hay ahora. Y ahora, evidentemente, me llama la atención, pero también la he normalizado. Es decir, es lo que hay. Es un estado de sitio constante, es esa sensación, como decía... de desamparo. En las miradas también ha ido cambiando, en las charlas, el estar, hay una cierta sensación ahora de gran intolerancia, o de, no sé, de estar más irascibles ¿no? Hay una sensación diferente en el barrio, y yo creo que tiene que ver con la sensación de un yunque sobre la cabeza, que tenemos todas las personas cuando entramos, de un cierto cansancio. Porque, por mucho que la violencia se normalice, la violencia también se acumula. No es: “antes mejor, ahora no sé qué”, según un periodo de 6 meses... Hay un largo, larguísimo histórico de violencia hacia las personas que han estado, pasado, vivido o que están todavía en este barrio, y eso es acumulativo. Es decir ya se suma.

EP: A mí, lo que me contaban es, esos bares con los vidrios biselados, en esos bares había una escalera al final del bar… No era exactamente al final del bar, pero lo que me parece interesante es que esta escalera era, justamente, lo que hacía que este lugar, en donde podía llegar a haber desamparo, pues se podía, en un momento de entrar, llegar a hacer un punto de espacio público con la unidad. Un punto mezclado entre lo que es el espacio público con el espacio privado, un cuidado que se construía desde la atención, desde la cercanía y no desde la normatividad.

C: Al final de ciertos bares, lo que había era una puerta que volvía a dar, digamos... Los bares siempre están en locales que pertenecen a edificios, por lo tanto, había una entrada interna que pasaba del bar, normalmente, a la escalera del edificio, generalmente... O a una escalera ya interna, pero normalmente pasaban a la escalera del edificio. Y lo que había en los primeros pisos de los edificios eran los mueblés, los “hostales mueblés”, que cobraban el precio por ocupación. Donde alquilaban las habitaciones por ocupación, que hoy también siguen existiendo.

Pero lo que han desaparecido fueron los bares y sus escaleras internas. Lo que hacía, además, que pudieses pasar por dentro. De hecho, yo creo que esto sigue siendo una reivindicación de un cierto grupo vecinal para con el tema de visibilidad o no, de las mujeres en la calle. Porque, evidentemente, ésta fue la primera política municipal: el cierre de los mueblés. Cerraron todos aquellos que quedaban en Escudellers, cuando fueron las olimpiadas. Y la idea era dar continuidad a eso en el Chino, y se hizo. Lo que pasa es que, evidentemente, las consecuencias fueron cada vez la... Pues que ya no se daban licencias para aquellos hostales, que ya los tenían oficialmente y, por lo tanto, hay una sensación de clandestinización de los servicios que usan las mujeres, que tienen que ver con esos espacios. Es decir, los lugares donde se ocupan, y por lo tanto, también eso, generó por un lado peores condiciones para ellas, mayor precariedad, mayor sensación de clandestinidad, en el sentido de esconderlo... que ¿adónde vamos?, que si abre uno, que si cierra otro.

Todo esto genera como sensaciones de desamparo, de persecución, de no poder tener espacios fijos. De hecho, y de esto no hace tantísimo, yo conocí a mujeres que dentro de los mismos hostales, incluso, alquilaban una habitación ellas solas, que tenían su candadito. Es decir, que tenían como su propio espacio. Claro, pues tenés tus cuatro tonterías ¿no?, un peluche y cinco bragas para cambiarte, tu toalla. No sé, también es generar cotidianeidad, y estabilidad. Y, por lo tanto, mejorar tu situación. Porque, al final, las condiciones de trabajo que, por mucho que pesen, digamos, dentro de lo que se busca a nivel de visibilidad de la prostitución, como de erradicación de la prostitución, como de usos del espacio público, dentro de todo la calidad, digamos... cotidiana de las mujeres, en lo que es su ámbito laboral, tiene que ver con su calidad de vida, esto es lo que nunca se piensa. No es como, no se sitúa en ese lugar. Se habla de mejorar la calidad de vida de las mujeres, se habla de evitar la violencia hacia las mujeres, digo como discursos institucionales enormes ¿no? Evitar la precariedad de las mujeres. Pero en este grupo de mujeres, todas las políticas están dirigidas a lo contrario, a empeorar su calidad de vida, a precarizarlas más, a ejercer violencia sobre ellas. Es como cuanto menos, curioso, es cuanto menos… que diplomática soy.

EP: Por esto, la historia de estas redes comunitarias me parecen interesantes ¿no? Es como una imagen muy, es increíble cómo se construye el amparo, y de cómo se, desde el discurso de mejorar las condiciones, lo que están haciendo es romper algunas formas cotidianas. la gente también, ya directamente, va a buscar las soluciones a los problemas que tienen. No necesita siempre a la policía por la calle para solucionar los problemas.

C: No, y no es que no hubiese conflictos. Yo, cuando hablo de desamparo, además, me da la impresión que el desamparo no sólo lo tienen las mujeres... Yo tengo la impresión, porque sino situamos el desamparo solamente en la prostitución, y no es cierto. Yo sentí más o menos ese desamparo. Lo siento yo, quiero decir, lo que significa que yo puedo hablar de la situación de aquellas que conozco más cercanas, que evidentemente son esas mujeres que ejercen la prostitución, porque son aquellas mujeres con quienes me relaciono desde hace 10 años. Pero que la sensación, para mí, de desamparo es propia de todo el barrio. Quiero decir, yo puedo hacer el lineal de situaciones que se fueron viviendo y, evidentemente, en las sensaciones que a mí me pueden dar, pero también la tengo yo, también, la sensación de desamparo, mucho más hoy que entonces.

Cuando, mira, si pensamos un barrio desconocido al cual yo llegaba nuevo, del cual además había voces, de un cierto circulo, que también con el cual empezaba a compartir, que me hablaban del Chino como, vamos, es que... “el lugar más peligroso de la tierra”, al lugar donde no iban, no pisaban, porque tenían miedo. Y de repente, yo me sentía absolutamente amparada por el barrio, en las relaciones que estaba tejiendo aquí, y que además tejía desde el espacio público, porque yo no vivía en el Raval en ese momento cuando llegue, con lo cual no tenía más que ver con mi presencia cotidiana en la calle. Me parece que es notorio en ese sentido, que no estamos hablando del amparo-desamparo solamente, de un grupo de mujeres, sino de todo un tejido, de todo un sentir, y yo no sé si de esto hay realmente muchos vecinos y vecinas que sean conscientes hoy.

EP: Antes que escuchaba, era como de vecinos del barrio que contaban que como hace 10 años, tu cara era una cara reconocida. Entonces, al participar en el uso del espacio público, la gente te conocía, te reconocía cada vez. Y entonces el barrio era un barrio en donde te iban a pasar cosas, porque estabas por ahí, porque participabas de la construcción del espacio público.

C: Yo creo que eso yo lo decía antes, es decir, todavía se reconoce. Porque este barrio tiene una cosa muy rápida, todavía reconocemos las caras, era esto que decíamos antes, cuatro veces que te cruzas y a: “si, hola ¿qué tal?”. Hay una cosa... ¿no? De hecho, a mi me pasa que me vuelvo como muy maleducada, porque hay alguien que tengo al lado y no saludé, ¿vale?, y porque yo lo asocio a que es alguien del barrio, y que entonces, pues si que lo conozco, pero no tengo porque saludar, más que si es más que evidente que nos conocemos, que nos hemos cruzado miles de veces, o mil veces o cuatro. Quiero decir, podría entrar en parámetros como bastante flexibles y, de repente, se me acercan y me doy cuenta que no, y me dicen que no, que no me conocen del barrio, sino que yo estoy ahí como una auténtica maleducada, sin saludar, aquello de: “yo te veía cara conocida pero es lo normal”. Yo creo que eso va rápido y sigue siendo así.

Quiero decir, creo que este barrio tiene históricamente la capacidad de incorporar y de cambios constantes dentro ¿no? Y de, como decíamos antes, de integrar. Lo que pasa es que esa integración, probablemente ahí, se da en una situación mucho más crispada, mucho más desamparada ¿no?, mucho menos solidaria o mucho más solitaria, si es por decirlo así, mucho más dolorosa. Pero sigue existiendo eso, eso creo que es algo que decíamos ¿no?, de una cierta autenticidad, que ha ido cambiando. Pero también hay un cierto vivir en otros parámetros, que yo creo que sigue existiendo. Estoy convencida que sigue siendo muy diferente a otros espacios, todavía, no es lo mismo.

EP: Pero tampoco se trata de idealizar el pasado, sino de ver de cuales han sido los puntos de desencuentro que se han ido creando. Que yo creo que, además, que se han creado a partir de políticas muy concretas de prisión y de persecución. Porque una cierta: el Chino a tenido siempre dificultades.

C: El Chino ha sido un barrio eternamente de inmigración. Es decir, el Chino ha sido un barrio de marineros y todavía se ven los marineros llegar. El Chino ha sido un barrio... el Chino ha sido el Chino. Entonces, hay un montón de cosas que ahora... A mí me hacía gracia cuando hablan de prostitución: “Vamos a crear zonas de tolerancia”. Yo decía: “¿pero qué nos vamos a inventar? No vamos a “crear” zonas rojas en la ciudad, el Chino lleva 100 años”. El político de turno no se lo puede inventar ahora, es decir, esta ciudad tiene una zona roja desde hace 100 años. “Usted, lo que tienen que hacer es respetarlas, y otorgar las mejores condiciones para que eso se lleve a cabo; pero no se va inventar usted nada nuevo. Es decir, no se preocupe si su electorado le viene a decir que usted ha creado una zona roja, pues usted le puede decir que usted no se ha creado nada, porque esa zona roja ya existía cuando usted no había nacido”.

Entonces, yo tengo la impresión que hay temas que se hablan ahora, como el de la inmigración, que vamos, o que hace 100 años la prostitución... ¡Es que hace 100 años! ¿Conflictos? ¡Por supuesto que se generan conflictos! ¿Dificultades? ¡Por supuesto que se generan dificultades! Se generaban antes y se generan ahora. Y habrá muchas cosas en donde el barrio ha ido mejorando, simplemente por un tema, incluso, de hacer unos servicios mínimos. Quiero decir, desde una recogida de basuras hasta, evidentemente, es decir, vale, es verdad, ha entrado dentro de una lógica de ciudad, entre comillas, moderna. El problema es que la esta aplastando. El problema es que que se pretende que sea otra cosa, y que hablamos de ciertos fenómenos como si fuesen novedosos, y es que no lo son. Lo que pasa es que no se están respetando, digamos, un cierto hacer, un cierto pensar.

Evidentemente la población de hace 100 años pues no está, porque no creo que haya alguien de 100 años viviendo en el Raval, o no me consta. Hay población mayor y muy mayor, pero no sé si llegamos a tanto. Pero, evidentemente, yo creo que hay un saber que se ha ido transmitiendo o, no es que se me ha transmitido a mí, que hay mas maneras de relacionarse y de vivir, y que no siempre son las mismas, no tienen que ver con un solo código cultural y sobre todo con una mirada externa de lo que debería ser o no ser. Pero que están ahí, con un entretejer de maneras diferentes de hacer, pero que podrían en un momento dado “convivir”, esta palabra que nos han quitado ahora.

Hay palabras que nos han quitado. La convivencia es una de ellas. Es curioso, antes hablabas de la convivencia y era otra cosa, ahora hablas de convivencia y es una palabra que habla de la intolerancia. Antes, la convivencia, lo que hablaba era de la solidaridad, del tejido de las diferencias, pero también del respeto, del integrar. Y ahora, convivencia es, vamos, es que... es hablar de más guardia urbana, prácticamente.

EP: ¿Qué otra palabra nos han quitado?

C: Bueno, a mi me han quitado otras, pero tienen que ver con mi historia personal. Algunas con las cuales me he reconciliado. Yo, por ejemplo, me he reconciliado hace relativamente poco, a vos te lo voy a decir, con la palabra “proceso”. Porque, en mi caso, “proceso”, “el proceso” era la dictadura argentina, y entonces, después, me habían quitado una palabra. Hablar del proceso, “el proceso” era una palabra muy difícil. Y hace unos años atrás, la empecé a incorporar. Y ahora la vivo de forma muy positiva. Pero era otra palabra que a mí, por lo menos, me habían expropiado. Yo creo que “convivencia” es un ejemplo también, y que además, en el otro, tiene que ver con algo muy personal, o con una parte de mí, compartida. pero no por quienes estamos aquí, no por quienes conviven de manera cotidiana, conmigo, pero en cambio justamente “convivencia” sí.

EP: Pero, justamente, tú usas la palabra “proceso” para hablar del proceso de transformación del Raval, desde arriba, con la palabra que nos han quitado...

C: Puede ser, puede ser, sí. En todo caso, puede ser negativa o positiva según cómo la uses, efectivamente. Pero antes era siempre negativa y, en todo caso, una palabra que me negaba a usar muchas veces, o que se me atragantaba. Creo que ahora, convivencia, cuando pronuncias “convivencia”, sos sumamente consciente de que pronuncias “convivencia”, no es una palabra que uses sin más, es casi reaccionaria.

EP: ¿Cómo cuando se habla de interculturalidad, multiculturalidad... se está hablando de inmigración claramente? ¿O cuando se habla de interculturalidad no?

C: Sí. A mí, hay otras cosas, también, que las tengo medias atravesadas. Pero son de los discursos más públicos. El problema es que, yo creo que “convivencia” realmente se... ¿no? Escampamos ya, ya duele usarla. Hay otros que si que... el tema de la, no sé. Yo creo que eso, tiene que ver con las sociedades de acogida que no miran. Mira, esa es otra: “acogida”. Por eso tiene que ver con eso, por eso decía.

EP: Bueno y ¿cómo era el espacio?

C: El espacio, recuerdo eso, había un… las calles eran diferentes. Robadors era más estrecha, tenía unos adoquines de muerte, vamos, yo voy siempre en tacones, y en tacones muy altos, y caminar por esos adoquines era un autentico ejercicio de malabares. Era muy gracioso eso, y era realmente estrecha. Era como que el espacio del descampado era por donde realmente había un espacio de luz muy impresionante, porque al ser tan estrecha y tener los bloques tan cercanos pues era como el punto de luz que iluminaba al resto de la calle, como el punto de fuga en la pintura, era como muy divertido. Y eso, había muchos bares y mucha vida, y los bares, normalmente, tenían como..., salvo estos que tenían los vidrios biselados. Pero había otros bares que, por supuesto, también había mujeres, pero que se mezclaban con gente del barrio.

Estaba el bar de Pedro, no existe más, que se tomaba un café cortado maravilloso, el mejor cortado que me han hecho jamás me lo han hecho allí. Y en los bares, tenían, normalmente, ni siquiera la música muy alta, pero había como un caminar que a medida que ibas caminando ibas escuchando. Y luego, pues estaba esta otra calle, que cruzaba, y la plaza de Salvador Seguí, que cuando llegabas al final y estaba el bar Coyote, que tampoco existe más, que también era uno... de estos con los vidrios más tapados, o con una compuerta cerrada. No lo sé, creo que mis recuerdos van más por ese lado, van sobre todo por calle Robadors. Y recuerdo, también, eso, los niños digo, pero que eran en realidad adolescentes, así, que pasaban y trepaban de un lado para otro del descampado, y los gritos de: “¡qué te vas a matar!”, “¡qué te bajes de ahí!”.

(risas) Era como, tenia esta cosa de una cierta vivacidad, en ese sentido, sobre todo el poder estar simplemente de pie ¿no? Pues yo me acuerdo de gente que conocí en ese momento, que todavía conozco, y ahora no podríamos hacer eso. Es decir, no estaríamos con la misma tranquilidad-comodidad. Pues había mucha gente que pasaba, que te saludaba, que te invitaba a tomar un café, que te contaba algo. Es decir, había ahí una cosa, ahí, de un estar, de un estar veraniego, pero de pie, y que te podrías pasar horas y es que nunca te ibas a aburrir, aquello de, siempre iba a pasar alguien, te iban a contar algo, otros que no sé qué otros que, ibas a comentar algo, terminarías en casa de no sé quién tomándote con la abuela anda a saber qué cosa... El otro que te invitaba el café, la otra que pasaba con los críos, es decir, nada, realmente vida de barrio. Es que no tenia, tampoco, nada de en ese sentido, probablemente, de extraordinario. Extraordinario es pensar en esas sensaciones y en las de ahora ¿no? Donde eso se podría dar, pero estaríamos como más pendientes: “que viene la guardia urbana, que viene no se que, tal le dijo que un grito”. Claro que había situaciones complicadas, pero yo creo que se solventaban de otras maneras y que, por lo menos, estaba este estar tranquilos de a ratos, sin más preocupación que esa.

EP: ¿Y en el descampado, era dónde estaba el mercadillo este?

C: No. Digamos, el descampado empezaba cerca de lo que sería Sant Rafael/Robadors. Que ahí había esquina, y de hecho, ahí había unos contenedores que tenían un problema fantástico... porque aquello no había manera, o sea, era un asco, ni había contenedores... Ahí se ponía basura porque no había contenedor en realidad. Luego pusieron los contenedores. Hay que decir, porque las protestas ya llegaron a ser... No había dónde poner la basura, bajabas con la basura y que no había, como durante mucho tiempo, ni tampoco, a día de hoy, hay basureros en la calle Sant Ramón, Sant Pedro, muchas veces... ¡que se pongan papeleras! Bueno, en ese momento, por supuesto, no había ni una papelera. Vamos, antes podías morirte, ni siquiera estaban los contenedores como para que los vecinos bajasen la basura. Entonces, es verdad que, en esa esquina, además, se acumulaba, según cuando, cantidades importantes. Luego vinieron los contenedores, y luego ya con toda la remodelación cambió. Pero ahí empezaba el descampado, en esa esquina, digamos Robadors y Sant Rafael. Es como que la zona de Robadors, desde lo que es Hospital hasta Sant Rafael, era oscura y la verdad es que era la zona probablemente más rancia, más dura.

También lo digo... porque esa zona era muy, muy oscura, y de repente era como que se abría ahí. Porque claro, venía la esquina, y todo el descampado, que más o menos tendría... yo no sé medir, pero era importante. Es decir, es prácticamente todo, debían quedar 3 o 4 fincas, igual, hacia allá, y cuando ibas de un lado descampado del otro lado, bloques, angosto, pero con ese punto de luz. En un momento dado volvía a nacer, unos pocos edificios, y a partir de ahí había otra calle que sería por donde está ahora... donde pasaría la plaza de juegos infantiles que hay ahora, y ahí empezaba la plaza Salvador Seguí. Es decir, había una “L”, digamos ahí, que daba a la plaza. Que la verdad, de plaza tenía muy poco, quiero decir, plaza se le dice aquí a una zona asfaltada sin ningún árbol. Que sí, que tampoco era que había una zona verde, eso es verdad, pero ahí se ponía el mercadito. El mercadito eran unas lonas tiradas en el piso, o lo que encontrasen, o ni lonas, simplemente los objetos que pretendías intercambiar que se ponían ahí y eso era.

EP: ¿Qué era plaza, simplemente porque la gente se juntaba, no porque estaba construida como plaza, sino porque allí la gente…?

C: Bueno, estaba más... Es decir, tampoco, no, quiero decir era asfalto, pero tampoco era un asfalto dejado a la mano de dios. Era plaza, lo que pasa que era plaza de cemento.

EP: ¿Y el descampado? ¿Qué uso se le daba al descampado?

C: Uy, nada, ninguno. La verdad es que ninguno. Entonces, ahí cuando se hablaba que van a poner un hotel 5 estrellas, yo miraba el descampado. Porque pensaba: “entonces lo pondrán aquí, que es donde hay hueco”. Claro, yo me imaginaba algo más que la versión de “tiremos todo abajo”, ¿vale? Claramente, esto era inimaginable. Estamos hablando de este espacio, que es el que queda, ¿no? Efectivamente, o el que han hecho, por lo que sea. Yo tampoco, cuando llegué ya estaba el descampado, con lo cual... Claro, lo lógico era que el hotel iba ahí, cosa que no fue así ¿no?, siguieron tirando y siguieron haciendo hueco, por así decirlo.

EP: ¿Y las mujeres que decían de la filmoteca?

C: Yo creo que, justamente... Mira, si hubiesen puesto la filmoteca en el descampado, probablemente, el barrio hubiese estado muy contento. Quiero decir, es evidente que estamos hablando de un barrio que tiene unas ciertas dificultades para meterse a ver un ciclo de cine de no sé…

EP: De Godart

C: De Godart, por ejemplo, o de cualquiera. Una población con, que preguntamos en la calle quien es Truffaut, quien es Godart, Rosellini, no sé qué... Sí, sí, igual alguna, no te creas.

Más de una película ha hecho furor, por lo menos entre las mujeres mayores, por un cierto, ahí, podría ser divertido... Eso es evidente. Pero yo creo que se hubiesen sentido muy bien de que les pusiesen, por que se hubiese interpretado como un cine en el barrio.

Es que es diferente decir: “ponemos la filmoteca”, arrasando de la manera que hemos arrasado, con la presión que hay con la persecución, que decir: "vamos a poner un cine en el barrio". Es que si se hubiese sentido como eso, porque hoy en día, la gran mayoría de las mujeres que están trabajando en el barrio, no saben ni les importa lo que es un filmoteca; porque en el desamparo, además, no tienen tiempo de pensar en su tiempo de ocio, de lo único que están preocupadas es de mirar hacia atrás ante el cúmulo de violencia que llevan acumulada, y que se les vienen encima.

Con lo cual, que hoy en día, la Filmoteca es como aquello que para lo único a lo que hacen referencia cuando hablan de la filmoteca tiene que ver con lo que les dicen, tiene que ver con que la policía, la guardia urbana dice, que es: “te estamos echando por esto” y le muestran el edificio. Sin tener tampoco mucha conciencia, muy bien qué va a ser. Y si les decís: “un cine”, y lo miran un poco raro porque no les parece tampoco que aquello vaya a ser un cine... Pero bueno, quiero decir, yo creo que hubiese sido diferente. Yo no sé, incluso en esa época todavía yo creo que teníamos ciertas esperanzas para ciertas cosas, y pensábamos... Yo recuerdo, incluso, en que pensábamos cómo incluir en un momento dado, por ejemplo al MACBA dentro del barrio. Porque claro, también nos quedaba todo muy lejano, era decir: “tremendo museo que tenemos aquí y es que esto se vive como que esto no pertenece a la gente” No es de aquí o no se hace uso desde aquí, y esto ha sido siempre, además, o era en aquel momento, una reflexión que hacíamos un grupo de personas desde aquí.

EP: ¿Y luego, con la gente que me comentabas en la calle Robadors, estos edificios qué..? Los que se cargaron.

C: No sé. Yo creo que tiene que ver... Estaba la de los tacones, y estaba una que además me hizo mucha gracia, porque estas cosas, ya te digo, estoy acostumbrada, porque 10 años han hecho mella, en la integración, sobre todo, en contar las cosas del barrio como ciertas. Que a veces, incluso esto de la cuestión de defensa de derechos, o de la cosa más reivindicativa, hemos tenido que reaprender a buscar las pruebas, entre comillas, a situarnos en otro plano, en el plano de lo formal, cuando, simplemente, yo doy por cierto lo que la gente me explica, sobre todo lo que la gente me explica sobre sus vivencias. Pero también doy por cierto, porque también he aprendido que es así. Lo que la gente me explica sobre lo que ha pasado, pero también sobre lo que va a venir. Y dentro de ese marco estaba, por supuesto, en el futuro, el hotel de cinco estrellas. Pero también están las historias viejas, y dentro de esas, me pasó que siempre me habían dicho, me habían contado historias de los restaurantes de aquí, de los buenos restaurantes que en su época coincidía con todo el Paral.lel, de todo el momento cabaret, dentro del Raval también. Del Chino en su apogeo, de lo que era el espectáculo digamos, y por supuesto la prostitución.

Entonces, dentro de estos, incluso a mí me habían contado que, durante un tiempo, así, las mujeres eran quienes habían financiado y las que habían participado de alguna manera en las luchas anarquistas o republicanas. Es decir, que habían tenido una presencia importante, ya sea por que financiaban, o sea, ellas ganaban dinero. Uno, a veces, se pregunta de dónde sacaban el dinero para iniciar su militancia, ¿de que vivían ellos? Y financiaban sus amores, sus amantes muchas veces, en estos hombres militantes, y evidentemente, su trabajo en los grandes burgueses a quienes limpiaban. Y contándole esta presencia y este protagonismo de las mujeres en esa época, pues lo estaba contando en el marco de una cosa más formal, que tenía que ver con la producción de alguien que está haciendo una investigación. Y claro, de repente empecé a temer que todo lo que yo estaba soltando, con todo la veracidad del mundo, no fuese cierto. De repente fui consciente de la informalidad, de mi información y mis fuentes, no lo había buscado en ningún libro, no lo había confirmado de ninguna manera, con lo cual, durante la entrevista, de manera desesperada, empecé a buscar en un libro de estos de historia del Chino de toda la vida, a ver si le daba una referencia. Y, por suerte, lo encontré con lo cual me fui calmando.

Historias hay muchas. Lo que pasa es que hace falta motivarse con las compañeras aquí, o con un grupo de personas saldrían muchas historias más. Y la historia de que, delante del Amaya, es que allí existía un hotel, un hotel de ocupación de prostitución. Porque en la Rambla, además, y esto sí que es anterior a mi llegada fue un espacio muy importante de ejercicio de prostitución. Esto, de nuevo, de que la prostitución en la Rambla vuelve a ser novedoso, estamos siempre en las mismas dinámicas de creer que las cosas son novedosas cuando no lo son. Y ahí hay unas baldosas, justamente en unos de los portales, que están absolutamente gastadas, ya no están más, con un desgaste un tanto curioso que uno no llegaba a ver como se había producido. Y claro, uno no sabe si es cierto o no, pero es verdad que coincidía porque fui yo misma a probarlo: que si una se ponía en una cierta posición, apoyándose contra el portal, digamos, en lo que sería en una posición de apoyo, teniendo tacones, es decir con una pierna mas apoyada que la otra, pues efectivamente, esa marca coincidía con las marcas de los tacones. Y que esa marca era la marca de muchísimos años de que las mujeres habían estado presentes en ese portal. Yo no sé si, efectivamente, era cierto o no. Pero las marcas estaban allí. Podías ir con tus tacones a comprobar que, efectivamente, te encontrabas cómoda, que las marcas coincidían con tu pisada, y que, además, efectivamente, había sido un lugar en donde se ejercía la prostitución. Es decir, no sólo un lugar, sino que era la puerta de uno de los hostales en donde se ocupaban, en cuyo caso, seguro se ocupaban de manera continuada, esa era otra. Pero la verdad es que hay muchas cosas que se contaban y que se decían. No lo sé, a veces es difícil.

EP: Decía un amigo que el discurso para acabar con el Chino en los años 80 era que el barrio Chino tenía que ser un barrio para todos. Me contaban que se decía, en los 80, que el barrio Chino tenía que ser un barrio para todos. Y a mí me da la sensación de que, ahora, tenemos un barrio para todos menos para la gente del barrio, y que nos han quitado palabras, nos han quitado lugares, tiempo, vidas.

C: Yo creo que todo eso forma parte del desamparo, no sólo cuando te quitan espacios, sino una cierta manera de estar, un cierto sentimiento de comodidad, cuando te quitan palabras, cuando te quitan lazos, cuando entras en unas dinámicas... Yo hablaba antes de intolerancia, de crispación, incluso de normalización de la violencia, y de espera de esa violencia. Entras en un destierro, en el fondo es como un exilio, el Chino, en estos momentos. Voy a buscar en el YouTube, porque estoy segura de que existen las baldosas aquellas.